domingo, 3 de octubre de 2010

Planeta desconocido

La nave Soltium se precipitó sin remedio en el planeta desconocido, claro que el ordenador de abordo, no había podido darles las coordenadas, ni el nombre, ni la composición de ese planeta. Los dos tripulantes salieron al exterior, el ordenador portátil no funcionaba, no recogía datos. Decidieron ir hacia las montañas, que divisaban en el horizonte, tal vez allí, en la altura de alguna de ellas, podrían recibir alguna señal o enviar una señal de socorro.

Comenzaron a andar por la superficie árida del planeta, no existía vegetación alguna, solo había roca y la tierra era dura y firme bajo sus botas. La luz era fuerte, proviniente de algún sol que no podían ver. El traje les protegía del calor exterior y de la posible atmósfera, que por su experiencia, creían compuesta en su mayor parte de azufre con ausencia de oxigeno. Alan miró el tiempo que marcaba la cantidad de oxigeno de su bombona...marcaba 10 horas. Preguntó a su compañero Pierre y este le respondió que 11 horas le marcaba a él. Convinieron en ir andando pausadamente, para que el gasto de oxigeno fuera el mínimo, aunque tardasen mas tiempo en llegar, seguro que a la postre tendrían mas reserva de oxigeno que si fueran a paso rápido o corriendo en algún momento. Faltaban aproximadamente dos Km. para llegar a su destino. Pierre que iba detrás de Alan, observó que le quedaban 9 horas de oxigeno, pensó que era poco tiempo. Tenían que llegar, buscar un emplazamiento óptimo, mandar la señal y esperar el rescate. Poco tiempo...poco tiempo, resonaba en su cabeza recubierta por el casco. Estaba cansado y empezaba a sentir miedo...miedo de perecer en ese planeta, miedo de no poder ver mas a su familia, de no poder disfrutar de otro whiskie, ni de otra playa, ni de otro polvo. Casi automaticamente, recojió un piedra del suelo; dominado por la sensación innata de preservar su vida, se acercó a Alan y propinó un golpe duro y seco, como la superficie de aquel maldito planeta, en la parte trasera del casco de su compañero. Alan se desplomó pesadamente y entonces Pierre se agachó para desenganchar la bombona. Alan giró sobre si mismo y descargó su brazo con toda la fuerza posible de la que era capaz, alcanzó con el maletín metálico que ocultaba el portátil a su, hace 10 segundos compañero...no fue suficiente, la piedra que Pierre no había soltado todavía, se estampó sobre el cristal frontal de su casco, hundiendo y destrozando su cara, convirtiéndola en un mezcla de sangre, cristales rotos, huesos y carne.

Había cambiado ya hacía tiempo su bombona vacía, por la de su asesinado compañero, llevaba varias horas mandando el mensaje de socorro desde varios puntos de aquellas montañas desconocidas, sin recibir respuesta alguna, tal vez el portátil estaba estropeado, quizás la señal no la recogía nadie...¿estaría recibiendo el castigo divino?. Su vida acabaría allí, en ese planeta desconocido...pensaba; 10 minutos le quedaban de oxigeno, decidió morir intoxicado por aquella atmósfera a hacerlo asfixiado, intentó sin éxito quitarse el casco, el golpe de Alan había atascado el cierre.

- A muerto asfixiado, parece que no pudo quitarse el casco; el otro yace a un kilómetro de aquí, creo que este le asesinó...¿porqué lo haría jefe?
- No lo sé Greg.- respondió el Sheriff, que miraba la cara morada y desencajada de Pierre Desmont, Capitán de la nave Soltium, destinada a descubrir Universos desconocidos.
- Si se hubieran dirigido hacia el sur, habrían divisado Las Vegas en poco tiempo...¿porqué vinieron hacia las montañas jefe?
- No lo sé Greg...no lo sé.

Sesión desconocida:

Yo: ¿La estupidez humana tiene límite?

Mi Querido Psicoanalista: No lo sé, mi querido y estropeado amigo...no lo sé.