lunes, 15 de febrero de 2010

Vuelta

Necesitaba volver a ver esa cara. Notar esos ojos descreídos observando fijamente todos mis movimientos..¡se había convertido en una rutina tan satisfactoria para mi!. Su voz carraspeante y martilleante, sus cumplidos sin ánimo de serlo, sus tranquilizantes palabras a modo de consejo.

Por eso salí de casa o tal vez del bar..no recuerdo, para volver a verle, caminaba nervioso hacia mi coche (para este tipo de visitas es mejor coger el transporte particular..por lo que pueda acontecer), mientras pensaba si se sorprendería de verme, si le haría ilusión..tal vez el estaba tan ansioso como yo.

Llamé al timbre como en otras tantas ocasiones, me sonó igual que siempre..nunca había reparado en su sonido..descorazonador..de esos sonidos que hacen que te vayas corriendo o bien te quedes petrificado. Mientras me veía en mi mente dándome la vuelta para saltar por las escaleras, la puerta se abrió y con un ademán señorial me invito a pasar..ninguna palabra de bienvenida, ni siquiera una sonrisa dibujada o desdibujada, ni un ¡ohhh! ni un ¡ahhh!..yo tampoco dije nada y entré.

Todo estaba como antes, todo en el mismo sitio, con el mismo polvo, con la misma luz entrando por la ventana.

Sesión primera-segunda parte:

Mi querido psicoanalista: Me alegra verle, usted era uno de mis mejores pacientes, un reto, simple..pero reto al fin y al cabo.

Yo: Tenía mis dudas de venir o no, pero mi situación lo requería.

Mi querido psicoanalista: No se preocupe nos pondremos al día enseguida..ahh y las tarifas siguen siendo las mismas..a grandes males, mayores facturas.

Yo: La verdad, es que sabe hacer sentirse a uno como en casa.

Mi querido psicoanalista: Amigo mio..mi casa es su casa, mientras dure nuestro acuerdo contractual.